Don es abreviatura de la voz latina dominus,
que significa señor. El tratamiento originariamente estaba reservado
sólo a Dios, el Señor por antonomasia. Con el tiempo pasó a utilizarse para
designar a los santos, a punto tal que en vascuence conserva aún ese
significado (Donostia=San Sebastián), como así también en
italiano (don Bosco, don Orione). Posteriormente se hizo
extensivo a los papas, a los reyes y a sus parientes cercanos, luego a los
obispos y prelados, y por último a la alta nobleza, que lo convertiría luego en
hereditario.
El término
“dominus” alude al poder sobre hombres y tierras y no tiene vínculo
alguno con origen noble. No es título sino sólo trato deferencial. Sin embargo,
evoluciona, posteriormente, en la dirección de una marca de
notabilidad, de preeminencia social y se asocia al carácter noble.
En la segunda
mitad del siglo XIV, el “don” es usado, como tendencia general, solamente por
aquellos personajes laicos que ostentaban un título nobiliario. Para los eclesiásticos
el uso del “don” estuvo en íntima relación con su posición dentro de la
jerarquía eclesiástica de modo que los abades, deanes, obispos, arzobispos, y
otras dignidades lo usaron a lo largo de los siglos medievales.
En muy contados casos su uso fue
otorgado como merced, y los reyes lo concedieron a modo de privilegio y sólo en
casos excepcionales, como ocurrió con Cristóbal Colón, Hernán Cortés,
Francisco Pizarro y Diego de Almagro.
Los judíos no
pudieron utilizar el “don” ni como señores con poder sobre tierras y hombres,
ni como poseedores de un título nobiliario. Los que
ostentaban el uso de la partícula “don” la ponían incluso en sus firmas, como
un complemento invariable del nombre, lo que acredita el alto concepto en que
se la tenía.
A partir
del siglo XVII el término "Don" anteponía al nombre de obispos,
nobleza titulada, hidalgos y los hijos de personas tituladas (aunque fuesen
bastardos), pero nunca para los plebeyos.
A mediados del siglo XVIII la
estrictez fue cediendo hasta extenderse su uso a todos los que pertenecían a la
clase noble y más tarde en América se aplicaba a todos los blancos de buen
nivel social.
En la actualidad en España el uso
del “don” es generalizado, pero en muchos países de habla hispana en América
Latina sigue constituyendo una señal de respeto, reservándose para las personas
de mayor edad o de relevancia social.